¡Enseñar tambien me enseña!
- vicenteyairpinedas
- 14 may
- 2 Min. de lectura
Esta afirmación, sencilla pero profunda, encierra la esencia misma de la vocación docente, porque quien se dedica a la enseñanza no solo transmite conocimientos, sino que, en el proceso, se transforma.
Cada estudiante representa una nueva historia, un desafío distinto, una oportunidad de crecer. En el aula, el maestro aprende a tener paciencia, a escuchar con atención, a adaptarse, a reinventarse, aprende que no hay método infalible, que cada mente florece a su propio ritmo y que el vínculo humano es tan importante como el contenido del plan de estudios.
En el Día del Maestro, es justo detenernos a reflexionar sobre este aprendizaje mutuo. Ser maestro no es solo impartir clases; es convivir con la esperanza, con la frustración, con la alegría de ver encenderse una chispa de entendimiento en los ojos de un niño, es también cargar con preocupaciones ajenas, soñar con futuros mejores y, muchas veces, luchar contra la indiferencia o la desigualdad, hoy, más que celebrar una profesión, celebramos una forma de vida que deja huellas imborrables. Porque enseñar es construir, es acompañar, es aprender todos los días desde el corazón.
Ser maestro es vivir en un constante proceso de aprendizaje. Las aulas se convierten en espacios donde las lecciones no solo provienen del pizarrón, sino de los rostros, los gestos, las palabras —a veces tímidas, a veces desafiantes— de los estudiantes. Cada grupo escolar es distinto, y con cada ciclo escolar, el docente inicia un nuevo camino. El maestro aprende sobre empatía al comprender las realidades diversas que atraviesan sus alumnos; sobre resiliencia, al enfrentar carencias materiales o emocionales; y sobre creatividad, al buscar la mejor manera de motivar, de despertar curiosidad, de sembrar esperanza.
En este Día del Maestro, es necesario visibilizar que enseñar es un acto profundamente humano, que va más allá del currículo. Es una labor silenciosa y continua que, muchas veces, se da en contextos complejos: escuelas con pocos recursos, comunidades olvidadas, aulas con más necesidades que materiales. Y aun así, los docentes se presentan cada día con la voluntad de hacer la diferencia, con el corazón dispuesto y con la convicción de que la educación transforma.
Pero también hay que decirlo: enseñar duele. Duele cuando las políticas públicas no acompañan, cuando la burocracia impide el trabajo pedagógico, cuando la sociedad olvida reconocer la dignidad del oficio. Duele cuando se carga con múltiples responsabilidades sin el respaldo suficiente, cuando el trabajo docente es invisibilizado o subestimado. Y sin embargo, el magisterio sigue de pie, porque enseñar también da sentido.
Hoy celebramos a quienes, con vocación y compromiso, han decidido dedicar su vida a acompañar el crecimiento de otros. A quienes enseñan a leer y escribir, pero también a quienes enseñan a pensar, a imaginar, a cuestionar. A quienes escuchan, orientan, consuelan y creen, incluso cuando todo parece ir en contra. Celebramos a quienes enseñan, y al hacerlo, se enseñan a sí mismos a ser mejores cada día.
Porque enseñar también te enseña. Y ese aprendizaje silencioso, continuo y profundo, es lo que hace del maestro una figura imprescindible. Hoy más que nunca, honremos esa entrega, ese amor por el saber compartido, y ese compromiso que transforma vidas. Feliz Día del Maestro.
Comments